Lunes 3 de enero, 16:45, hace apenas una media hora que he regresado exhausto de Tlacotalpan, Veracruz, un pueblo a la orilla de uno de los ríos más hermosos de México, ancho, 9 veces el río Sena quizá. ¿Anécdotas?, demasiados...
Acaso primero la aclaración: fue imposible conectarse a internet desde esa villa selvática donde con dificultad se halla hospedaje. Donde con dificultad se duerme, donde estallan diferentes Méxicos imaginables durante las fiestas de la Candelaraia; los Méxicos rurales, los urbanos, los indígenas, el de las corporaciones, el de las autogestiones campesinas, el del comercio, el mendicante, el millonario, el contracultural, el de los turistas, el grupero, el del punchis punchis (infame dance barato), el del mariachi, el de las jaranas...
Dormí en el piso, en la casa de una familia local. La ancestral tradición durante estas fiestas de la Vírgen de la Candelaría era que los lugareños abrieran sus hogares a los fuereños. Aun sucede de tal suerte, salvo porque ahora media el dinero. Y no poco. Los tlacotalpeños cobran caro por no siempre buenos servicios, ya que nadie regula esta práctica y la convocatoria de las fiestas ha crecido tanto que el pequeño y bellísimo pueblo se ve desbordado. En mi caso no me fue tan mal, 200 pesos por persona para dormir en un cuarto donde habíamos cinco amigos y dos camas. Yo elegí dormir en el piso con un sleeping bag, para remediar los dolores de espalda debidos a que uno jamás se sienta en ese pueblo. Sólo se camina, se baila o se mira bailar y tocar a los jaraneros.
El son jarocho es la música que tocan en Veracruz, en la costa del golfo mexicano; es una música que se basa en la improvisación musical y lírica. Los cantantes combaten entre ellos para ver quien hace la mejor décima. Los instrumentos son varias jaranas afinadas de manera diferente entre sí, la leona, que es un guitarrón que hace las veces del bajo, un marimbol, especie de kalimba pero gigante, de tal suerte que el interprete se sienta sobre la caja de madera de su instrumento. Arpas, percusiones, quijadas de burro, violines en ocasiones, en fin, además del zapateado de los bailarines, que es a la vez biale y percusión.
Son nuestros raves campesinos. Las danzas no se detienen ni cuando amanece. En lugar de tachas o extasis, se beben toritos, que están hechos de cacahuate con alcohol del 96. Evidentemente yo lo evito y me mantengo con mi cuba libre. Durante toda la noche los músicos se paran alrededor de una tarima de 3 metros cuadrados y 10 centimetros de alto, los ancianos primero, que son los mejores músicos, luego los menos expertos.
La música está al servicio del baile, y los bailarines son el público, quienes suben a la tarima por turnos. El centro de atención visual son ellos, los bailarines. Los ancianos o los virtuosos dictan el son que se tocará, y son seguidos por los demás músicos detrás de ellos, que pueden ser 50 o los que se junten. Conforme pasa la noche algunos cuerpos terminan tirados en el pasto, o bajo los portales de la plaza, vencidos por la fatiga. Hay sones que solo bailan las mujeres, algunas de ellas impresionantemente hermosas como Jazmin y Violeta una de razgos más indígenas que la otra. Dios mio.
Ayer pasamos el día en el rio, en una lancha invitados por Jose Luis, un ranchero rico protector de los artistas locales. Financía grabaciones y hospedajes para los jaraneros y su generosidad nos alcanza hasta a los amigos de los jaraneros. Los Utrera nos invitaron a la comida en una de las casas enormes de Jose Luis a la orilla del rio. Los Utrera tocaban mientras comíamos y aguardábamos a que sacarán a pasear a la virgen de la Candelaria por el rio. Cada año los tlacotalpeños así lo hacen, sacan a la virgen en peregrinación, recorren el pueblo y la suben en una panca enorme que, a su vez, es seguida por cientos de barquitas festivas. Nosotros iibamos en la lancha de Jose Luis, bastante grande para que pudieran caber todos sus invitados y los músicos. En este caso tocaban Los Utrera. Un verdadero alucine. La noche anterior nos habíamos dormido a las 6 am, después de que los grupos de música le habían llevado las mañanitas a la Virgen; ahora se la llevaban en las barquitas en su paseo por el rio. Yo, un ateo irredento, casi lagrimeo con estas escenas.
Dejamos el pueblo esta mañana a las 9:30, en la Plaza Santa Marta aún había música. Me despedí de Zenen del grupo Chuchumbe, de Benito de los Cojolites, caido de borracho pero feliz, de Gilberto de Mono Blanco, de Violeta y Jéssica, una etnomusicóloga, Jorge, un fotógrafo de Oaxaca, en fin. El sol iluminaba las paredes de las casas de tejas rojas. No hace falta tomar éxtasis en este sitio, la pintura de las fachadas es ya de por sí brillante: amarillos, verdes, rosados, morados, azules casi fosforecentes.
Salimos de Tlacotalpan junto con Adriana, la encantadora arpista de Chuchumbé que vive en el DF; manejamos bordeando el río y los campos lacustres. La catarsis se quedó atrás. Todos con la idea de esperar al próximo fandango en Tlacotalpan el año que entra. Acaso nos vayamos a otro pueblo a perseguir estas fiestas en unos tres meses, nos decíamos como consuelo. Debimos quedarnos, pero Jose Wolffer tenía que regresar a seguir preparando su festival RADAR y yo el mio, pues aun no he conseguido el apoyo para la presentación de Diego el Cigala ni Nopalbeat y ya estamos en febrero, a mes y medio de que comience el FESTIVAL DEL CENTRO HISTORICO. Hubiera deseado despedirme de Jazmin. Luis, otro de mis amigos con quien viajé, sí lo hizo. Durante el regreso por la carretera descurimos que desde hace años ambos somos admiradores de ella. Me da risa este papel de groopie de bailarinas jarochas (bueno, para ser sincero siempre he estado inerme ante todo tipo de bailarinas. Si bien nunca he entendido cómo alguien puede venerar a los famosos, uso el término de groopie porque acaso sea algo semejante a lo que me pasa cuando me pasmo viendo bailar a alguien en una fiesta o en el escenario: de inmediato esa persona cobra un aura misteriosa, elegante y profunda).
Ahora, ya en la ciudad, preparo el viaje de mañana. Me voy a Guadalajara Jalisco a las 6 am. Vamos a tocar. Daremos un concierto gratuito en la calle. Pasare´del son jarocho al rock, caray. Honestamente prefierom el son.
Hace unos tres meses tocamos también en la calle, justo en la explanada del Hospicio Cabañas. Fue el primer concierto callejero en esa ciudad. Se llenó. Fue organizado por una asociación de estudiantes de izquierdas que lograron abrir la calle para los chavos, ya que Guadalajara es conocida por ser una ciudad retrógrada que reprimer al rock, los raves y encierra y golpea a los chavos. Decualquier suerte, el éxito fue tal que ahora nos han contratado de nuevo, aunque en esta ocasión no se bien quién nos haya contratado, pues he estado de viaje en Tlacotalpán y no he visto mis correos electrónicos.
Intentaré descansar que mañana habrá que salir nuevamente a la carretera.
ola pacho
bienvenido, da gusto leerte... suerte mañana...
un abrazo _o
Posted by: osfa on February 3, 2003 07:33 PMkiero probar el cacahuete con alcohol del 96 =)
Posted by: el lector on February 3, 2003 10:19 PMBueno, buen lector, que si algun dia pasas por esta esquina del big B0ther te prometo que nos echamos la botella que tiene dias haciendome ojitos... y para sobrevivir el siguiente día...un poco de café de Córdoba (Veracruz Mx)...
En cuanto al post de Pacho, muy bueno dude,en verdad me dieron muchas ganas de estar ahí... en esas maravillosas tierras una vez mas... algún día...
Posted by: cybercholito on February 4, 2003 12:08 AM