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Big [B]Other HOW LATITUDES BECOME FORMS

February 15, 2003

La marcha

La marcha en México es la manifestación. Hoy fue por la paz. Variopinta. Jesusa Rodríguez (comediante mexicana prestigiada entre el público intelectual) se echó sus tandas como oradora en el estrado. Entre otras cosas, sugirió a Bush que, en lugar de andar molestando a los demás países, convocara a un plebiscito para que los estadounidenses bautizaran de alguna forma a su país ya que, “en 200 años, no han sido capaces de encontrar un nombre”, bromeó. Sugirió algunos nombres para aquel país: Disneytitlán (la terminaciónTLAN en la lengua indígena nauhatl significa "el lugar de", en este caso, sería "el lugar de Disney"), o bien, propuso Cocacolatitlán, así como el de Los Asustados Unidos de Norteamérica. “Que le pongan el nombre que quieran, pero que no ser roben el nombre de América para ellos solos. América somos todos los del continente”, declaró entre risas de la concurrencia, aclarando que sus bormas no eran contra el pueblo estadounidense, sino contra el gobierno.

Luego vino el turno a Rigoberta Menchú, entre muchos otros oradores. Rigoberta planteó que la ONU mandé inspectores a USA para investigar las armas que poseen. Anoto aquí una de las consignas más simpáticas entre la multitud: “Si Bush quiere un mundo sin terrorismo, que se bombardeé a sí mismo”.

Por último, pongo en el EXTENDED ENTRY el artículo de un amigo del diario REFORMA.

Sergio González Rodríguez: Noche y Día
Leer es Peligroso

Hoy por hoy, el poder económico, el poder político y el poder mediático representan la tríada que confluye en la esfera pública para imponer sus intereses, sus valores, sus prestigios, así como las conductas y los códigos exigibles a toda la sociedad.
Los gobernantes contemporáneos, buscan en consecuencia servir de puente entre aquellos vértices para planear sus acciones o sus omisiones, en particular, tienden a enfatizar lo referente a la escala mediática de la realidad.
En el caso mexicano, cuya "transición a la democracia" fue propulsada por el apego a las modernizaciones macroeconómicas impuestas desde Washington, y cuyo cumplimiento implicó el reformismo electoral como vanguardia del cambio, ha quedado un mapa de crisis profunda que revela la endeblez de nuestras instituciones, que son todo menos democráticas y funcionales. Lo primero, porque la democracia ha sido parcial y engañosa; lo segundo, debido a la extrema corrupción del poder público y el poder económico del País, en general, producto directo de la connivencia con el narcotráfico y el crimen organizado a lo largo de los últimos años.
Ante estas limitaciones, resulta irresponsable proclamar que vivimos en un régimen democrático sólo porque existen comicios vigilados y alternancia de partidos en el poder.
Bajo semejantes proclamas, pervive un ingrediente de creencia providencialista y de práctica voluntariosa que implica lo mismo a los adeptos del reformismo electoral como clímax de la política, que a los gobernantes en turno, encabezados desde luego por el presidente Vicente Fox. A partir de allí, se deriva una actitud de permanente desencuentro con los hechos, y de continuos roces con aquellos que, en el círculo rojo de la crítica -la prensa en primer lugar- se dedican a cuestionar y señalar las carencias gubernamentales.
Bajo tal esquema se ubica y se proyecta un episodio tan alarmante como revelador sucedido en Querétaro y que se difundió día atrás:

Fox: ¿Y cómo me ven en la tele?

Mujer: Bien, de todos modos igual de guapo.
Fox: ¿Ustedes no leen el periódico, por supuesto.
Mujer: Yo ni sé leer, pero en la tele si lo miramos.
Fox: Mejor, mejor, vas a vivir más contenta.
Es posible entender, además de la reticencia presidencial ante los impresos, todo un paradigma que guía sus pasos en la política: un gobernante de cara al auténtico pueblo, analfabeta e ignorante como debe ser para justificar la existencia de los políticos, recomienda evitar el conocimiento incómodo que implica la letra impresa y, en cambio, exalta la imagen en la pantalla chica que encubre la realidad en plan de espectáculo supremo que expende carisma y fantasías. Esto explica, en un año electoral, el 25 por ciento de aumento en gastos de propaganda presidencial respecto del año anterior (cf. Jorge Arturo Hidalgo, "Refuerzan la imagen de Fox", REFORMA, 12 de febrero de 2003).
El episodio descrito entrega de cuerpo entero las limitaciones institucionales de México, que comienzan con la parálisis en la mentalidad política que se rehusa a un verdadero cambio. Alumbra también la causa del anti-intelectualismo radical que caracteriza el estilo foxiano de gobernar que permea a todo su gabinete: la letra es peligrosa, la letra dice la verdad, la letra incomoda, la letra trae consigo la desdicha, la letra subvierte una visión seráfica del gobierno que sólo comprenden los voceros al servicios del régimen, por ejemplo, aquellos intelectuales que alaban y protegen -por intereses acomodaticios- la imagen presidencial contra sus desafectos. O contra el Poder Legislativo que "obstaculiza" la escena política por mero prurito de facción. Las mentiras propagandísticas se comparten.
Cada vez queda más claro el accionar del gobierno foxista en su furor anti-intelectual, que ha involucrado los desaciertos en el subsector de la cultura, el ataque sistemático contra los derechos de autor, la selección confusa y errática de títulos para las bibliotecas públicas (medida que entró en conflicto con el espíritu del programa federal de apoyo a la propia lectura); la muy limitada Ley sobre el acceso informativo (que prolonga la subcultura de la opacidad y el control de los engaños oficiales); los mayores beneficios y escasas responsabilidades, por no decir nulas, a la minoría de propietarios de televisoras y radiodifusoras (los instrumentos más influyentes en términos educativos y culturales del mundo contemporáneo y la herramienta principal de la política mediática) y, por último, el impuesto extraordinario que se ha querido imponer a las revistas culturales y políticas.
Hay sólo un paso entre dos frases de la misma raigambre autoritarista: "No leas, vas a vivir más contento"; y: "Siempre que escucho la palabra cultura, me dan ganas de sacar el revólver", como solía decir un dirigente nazi. Vivimos en la época del cambio sin cambio.
Immanuel Wallerstein se pregunta: "¿Qué podemos decir entonces acerca de la política de la transición? Primero que nada, que la lucidez debe preceder a la movilización. Si nos movilizamos debemos de saber por qué lo hacemos y no solamente cómo. Y ese por qué representa un problema intelectual y también moral: no se trata simplemente de un asunto político. Jamás de cansaré de insistir en ello. Aquí es donde el intelectual debe realizar su contribución particular" (Cf. Un mundo incierto, Libros del Zorzal, 2002).
Como señala dicho ensayista, las cuestiones intelectuales se vuelven importantes cuando la exigencia de claridad es el desafío que se debe cumplir en medio del caos o las confusiones de los acontecimientos. Por lo tanto, ahora es necesario más que nunca defender la lectura que alumbra contra el obscurantismo retardatario de la política mediática-electorera. Lo cultural es político.

Correo electrónico: cultura@reforma.com


http://www.reforma.com/editoriales/articulo/269842/default.htm

Posted by Pacho at February 15, 2003 09:13 PM
Comments

Hola Pacho, también anduve en la marcha, justo cuando me iba a ver a una amiga, me pareció escuchar que mencionaban que tú estabas ahí, junto con Roco.

No me podía quedar ya...

Me gustó el performance en el que se representó una matanza, "todos al piso... esto es lo que quiere ver Bush, aquí está ya..."

Espero que todas estas protestas y manifestaciones contra la guerra logren su objetivo.

Besos.

Posted by: Cindy Gabriela on February 15, 2003 09:54 PM

Viste la portada de la jornada? Linda, no?

Posted by: pacho on February 16, 2003 11:06 AM
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