Ayer volví a ver a C. La encontré mucho mejor, al menos estaba despierta. Fuimos a cenar y después me acompañó a que tomara un par de tragos (ella tiene vedado el alcohol por una buena temporada).
Estábamos por quedarnos dormidos cuando me contó lo de su madre: se suicidó con pastillas cuando ella cumplió los nueve años. El shock de la noticia me despabiló. El fin de semana, en medio del trance narcótico del Trapax, me había confesado que había estado pensando seriamente en tirarse por la ventana; yo lo había tomado como un delirio de empastillada, hasta la había dejado sola varias horas. La culpa me devoraba.
Repentinamente, nuestra conversación se transformó en una sesión de psicoanálisis. C soñaba con víboras que la recorrían por dentro y le salían por el sexo, con víboras que la ahorcaban y la asfixiaban. A los tres o cuatro años, una amigo del padre había abusado de ella, C no lograba recordar bien aquel asunto, era un lugar al que su mente no la dejaba entrar.
Era admirable la fortaleza de C, cómo se las ingeniaba para seguir adelante a pesar de todo eso, pensé. En su caso, yo posiblemente hubiera enloquecido de atar. Definitivamente esta chica tenía algo, también pensé antes de quedarme dormido a su lado.
en realidad podría decir muchas cosas, pero me quedo en que AMBOS sois admirables. por muchas cosas, seguro...
Posted by: el lector on February 8, 2003 08:28 PMme queda esa misma sensación.
Posted by: Pedro Jiménez on February 9, 2003 07:38 AM