Definitivamente era flamante la oficina.
Llegué para pagar los boletos de mi viaje a Nueva York cuando un destino misterioso me detuvo. No era la mano divina sino una vulgar pared invisible. Infranqueable. El golpe fue seco pero su eco reververó en mi interior por varios minutos. Al menos no reventé el cristal.
Ahora estoy de mal humor, quisiera tener una bañera dónde echarme a leer una hora entera, remojando mi rodilla inflamada.
Podría reírme si no me doliera la cabeza y mis chichones. Sigo turulato. Acaso debiera enojarme con American Airlines por no poner marcas en los impecables cristales de su lujosa oficina en la torre del Hotel Presidente (asustadas por el estruendo, las dependientes me confesaron que no es la primera vez que sucede).
Vaya, al escribir esto, veo que al fin he sonreído.
eso demádalos, pero cuando todavía tengas la rodilla inflamada y los chichones efervescentes...el efecto de la pared invisible te quedó muy futurista, ¿nos vendrán haciendo falta ya prótesis-radares como las de los muciélagos?
Posted by: teresa on February 25, 2003 03:18 AMQué mala onda Pacho.
Espero que te sientas mejor ahora.
Besos.
POS sí, Cyndi, ya no me duele la rodilla. Pero sigo fascinado con la idea del hecho de que hubiera una pared invisible. Creo que me volveré fan de la ciencia ficción. Acaso acabe hasta creyendo en los ovnis.
Besos
P