Será porque mi viejo murió un día 13, será que los años me volvieron supersticioso, o será otra fobia cuyo origen ignoro, pero cada 13 de mes experimento una crisis existencial que me arrastra a un estado de abulia profunda. Apenas me levanto siento que está ahí, clavada como una puñalada artera en la espalda, es una herida invisible por la que me desangro. Las obligaciones se me hacen insoportables, siento culpa, siento pavor, siento una amenaza latente en cada objeto, en cada gesto, siento un enorme desprecio por mi vida, por todas las vidas. Siento el asco, la nausea, de haber nacido, "esa catástrofe de la que vivimos huyendo" decía Ciorán que al final resultó ser un nazi patético. Prefiero la máxima de mi amigo Fogo: "Si sabía, no nacía".
El 14, en cambio, es un día sin fisuras, ideal para dormir la siesta a la sombra de una parra.